Santorini, invasión turistica.
Santorini es el paradigma de isla griega, sin duda las agencias de viaje y oficinas turísticas tienen parte de culpa, pues su estampa es mil veces reproducida en cualquier promoción de turismo por las islas.
Santorini es una isla que debe su actual morfología a la erupción de tiempos minoicos hacia el 1600 a.C. Esta destruyo buena parte de la isla y ahora su bahía tiene la forma de cráter.
La isla ha pasado por un montón de dueños, minoico, fenicios, griegos de la liga de Delos, Egipto ptolemaico, Roma, Bizancio, Venecia, Turquia y desde 1840 Grecia.
Como de costumbre la mitología griega tiene otra versión de la historia, es decir Cadmo buscaba desesperadamente a su hermana Europa, raptada por Zeus, y en su búsqueda llego por estas tierras fundando una colonia que se bautizó como Calista.
Tras nuestra experiencia en Patmos decidimos que Santorini sería la única escala de crucero donde contrataríamos la excursión que ofrece el barco. La parada era de menos de cinco horas y no deseábamos una maratón , pues desde la base del pueblo de Fira a la principal atracción Oia, hay que subir primero a Fira en funicular o burro , y luego tomar un taxi. Y otro tanto para regresar por eso optamos por ir “organizados”.
Una ventaja de esta excursión es que incluye la visita a un pueblo “menos” turístico que Oía, así podemos disfrutar del ambiente de la isla sin llegar a los excesos comerciales de Oía o Fira.
Megalochori
El pueblo es Megalochori, que con sus casitas blancas y ventanas azules (colores de la bandera griega y forma de expresar su nacionalismo durante el periodo de ocupación otomano).
Este pintoresco pueblo destaca por sus bodegas, donde se producen los principales vinos de la isla. Cuenta con una bonita iglesia, un pintoresco campanario en medio de una calle y una bella plaza llena de tabernas. Sin duda un agradable paseo menos sofisticado y poblado que el de Oía.
Oía, icono de Santorini.
Oía, la postal emblemática de las islas griegas, es un pueblo con una belleza extraordinaria gracias a su arquitectura popular, de blancas casas encaladas y el azul de las puertas y ventanas, junto con sus pequeñas iglesias de cúpulas azules, todo ello en un enclave soberbio que no deja de sorprender por muchos folletos que hayas visto antes. Evidentemente un escenario impresionante y como tal paga su peaje…
El turismo.
En Oía conviven dos tipos de turismo, uno que es aquel al que se orienta la isla. El de alto standing, pequeños hoteles de lujo, muchos de ellos con limitaciones a niños, suites y apartamentos con piscinas infinitas en los balcones, restaurantes de lujo y un sinfín de locales para tomarse un Gym Tonic mientras se luce un Patek Philippe o un Ulysse Nardin en la muñeca.
El otro turismo es el del visitante ocasional y pasajero que lo hay de varias clases pero sobretodo los provenientes de los cruceros. Un turismo que una de sus mayores críticas procede del hecho de que invade y altera la armonía de los lugares pero no deja un botín económico sustancioso. En Oía esto es evidente su calle principal toda ella de mármol registra un trasiego turístico que casi requeriría semáforos. En algunos de sus miradores más famosos hay que esperar turno para poder apoyarte y hacer una foto.
El lugar merece la pena, pero es inevitable hacer una reflexión sobre lo que supone para algunos lugares como Santorini, Venecia, Praga o Barcelona la masificación turística y sus efectos.
2 comentarios
hola! no tienes idea como me está ayudando tu blog. Quiero ir a Grecia y todo lo que he leído me ha parecido de gran utilidad. Gracias!!! Sigue compartiendo y viajando!!!
Muchas gracias, la verdad es que este tipo de comentarios son los que más ayudan a seguir con esto.
Saludos
Salvador